El violinista del cementerio

Escribí este cuento por encargo de mi editor, junto con El cáliz de sangre hace ya un año. Recuerdo que me hallaba en el metro, de regreso de la oficina. El vagón estaba abarrotado, me encontraba agotada tras una larga jornada de trabajo y, para aislarme de la humanidad que me rodeaba, decidí escuchar algo de música. Mi reproductor estaba configurado en modo aleatorio  y me ofreció una maravillosa melodía que me hizo crear al violinista, un ser mágico, casi divino, con poder sobre la vida y la muerte con tan solo tañer su prodigioso instrumento.

Y es que, ¿acaso existe un instrumento más maravilloso que este? Aunque de sus cuerdas brote una música alegre, siempre hay un tenue sabor a lágrimas en su tono. Y ninguno mejor que él representa la melancolía, la tristeza más profunda y el arrebato de la pérdida.

El violinista del cementerio

«Érase una vez un joven de extremada belleza llamado Iván. Vivía en un noble castillo en lo alto de un monte y dado que su familia era de abolengo, el muchacho podía vivir despreocupadamente, pues sus manos jamás tendrían que sufrir el duro trabajo del campo. Y así, nuestro Iván, hijo del barón Raschenko y su amada esposa, descubrió a muy temprana edad que poseía un raro talento para la música. A los ocho años era capaz de deleitar a los espíritus más exigentes con las notas arrancadas de su clavicémbalo, pues era en verdad un maravilloso espectáculo admirar su extraordinaria belleza acompañada de tan soberbia melodía. El día de su vigésimo cumpleaños su madre, que adoraba escuchar su música, le regaló un violín. Mas no era un violín cualquiera. Construido con la madera oscura de los cipreses del cementerio, era capaz de alcanzar notas desconocidas y su música era como un lamento, dulce y melancólico, que hablaba de cuanto se pierde y olvida a lo largo de nuestra breve existencia.

Y así el joven se convirtió en un virtuoso del instrumento. Y eran tan magníficas las melodías que creaba con él que incluso su belleza parecía aumentar día a día y llegó a decirse en el pueblo que el violín era un objeto mágico e Iván un poderoso hechicero capaz de derrotar a la mismísima muerte con tan solo el influjo de su melodía.

Y ocurrió que la propia muerte escuchó la historia y decidió acercarse un día al castillo. Para poner a prueba al supuesto mago ejerció su funesta influencia, enfermando a la baronesa y aguardó, oculta en las sombras de su alcoba, a que Iván se acercara al lecho de la moribunda.

No hubo de esperar mucho tiempo, ya que el joven, al saber de la súbita indisposición de su madre, corrió a su lado y, colocando amorosamente el violín bajo su mentón, comenzó a tocar una triste melodía, sabiendo que sin duda la música aliviaría el padecimiento de la enferma.

Escuchó atentamente la Muerte desde su oscuro rincón y vio que en verdad aquella composición poseía una extraña habilidad. Sin saber cuál era el origen del sortilegio, advirtió que la melodía disminuía su influencia sobre la moribunda y la belleza del joven le hacía olvidarse casi de su propia misión, y por ello decidió eliminar aquella amenaza, pues consideró que resultaba antinatural que existiera un poder como aquel en la naturaleza, ya que todo cuanto nace ha de morir alguna vez. Y así, ofendida por aquella anomalía, maldijo al joven Iván y su maravilloso violín revirtiendo su don de tal forma que, cada vez que sonara una sola de sus notas, la muerte acudiría a su lado y arrebataría la vida de aquel que estuviera escuchando, empezando por la baronesa, que al oír la última nota, exhaló su último aliento y expiró en paz.

Al conocer la maldición de la que había sido objeto, el propio Iván abandonó el castillo sin llevarse consigo más que las vestiduras que lucía en ese momento y su mágico violín, y nadie más volvió a verlo. Aún así, se dice que de vez en cuando suena en los alrededores del viejo cementerio una dulce melodía y que aquel que la escucha sabe que está en realidad escuchando el anuncio de su propia muerte.»

Así le habló aquella aciaga noche la anciana Jordanka a su joven nieto, que la escuchaba con el corazón encogido, pues su propia madre, Elisabeta, agonizaba en la pequeña habitación junto a la cocina. Pero la breve narración no confortó su alma, pues no era capaz de comprender por qué la muerte habría de querer llevarse a un ser tan bueno y amable como era su madre.

Y sin embargo, una mañana de invierno, al ver que el fuego de la chimenea se había extinguido y que de los troncos calcinados solo surgía un humo blanquecino, el pequeño Valko supo que Elisabeta había muerto.

El cuento ha estado durante un tiempo disponible íntegramente en el blog. Sin embargo, dado que va a formar parte de un nuevo proyecto editorial, he debido retirarlo.

Os dejo un fragmento del cuento y os agradezco vuestra visita a todos los que hasta ahora habéis disfrutado de él.

En breve os daré más noticias.

8 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Rubén dice:

    Me gustó mucho,además yo soy violinista(novato,como tu,escritora,jeje) .Este instrumento embruja,y aun me hace mas melancólico.
    Tienes mucho talento escribiendo! Seras una buena escritora(ya lo eres,quiero decir que lo seguirás siendo)
    Un saludo!

    1. Hola, Rubén, bienvenido a mi rinconcito.
      La verdad es que a mí el sonido del violín me fascina, pero no me atrevería a intentar aprenderlo… ¡Debe de ser dificilísimo! Te admiro por atreverte con ello 😉
      Me alegro mucho de que ye haya gustado el relato y… muchas gracias por el halago.

      Espero seguir viéndote por aquí.

      Un beso

  2. sonia1999 dice:

    Ayer mismo mis compañeros y yo, tuvimos la gran suerte de conocerte y de que nos dieses una charla sobre como a transcurrido tu vida en torno a la lectura, y trabajar en un pequeño taller para saber sacar historias, con tan solo dos palabras. Soy de 2ºB de la ESO del Colegio Verdemar, y por mi parte y de la de todos, queremos decirte que llevamos 11 años en este colegio, y que muy pocas veces nos hemos encontrado con una charla tan entretenida, con una persona tan amable, y que tenga el «poder» de al hablar hipnotizarte. Aprovecho la ocasión para comentarte que desde hace unos meses tengo un blog en el que cuelgo mis propios textos y cada tiempo subo nuevas cosas, aquí te dejo el enlace: http://soniaguti.blogspot.com.es/ para que me des tu opinión, ya que adoro esto y me falta el comentario de una escritora tan perfecta, El Colegio Verdemar espera verte muchas más veces.
    ¡Un beso muy fuerte!

    1. Para mí también fue una suerte estar con vosotros. Estuvisteis estupendos y me llevo un recuerdo genial. Por supuesto, el año que viene volveré a visitaros. Y cuenta con mi visita en tu blog. Estoy deseando leer lo que escribes.

      Un besote, Sonia

  3. Leí el Violinista casi al mismo tiempo que El Cáliz , y aunque El Cáliz lo disfruté, mi preferido con mucho es El Violinista del Cementerio, tiene un regusto Becqueriano muy grato, con tu pluma (U ordenata) y tu maestría y sensibilidad me transportas a mundos oníricos y secretos que relajan el alma. ¡¡Me gusta mucho!!!!!

    1. Me alegro de que te guste, Maica, viniendo de ti es todo un halago… la verdad es que a mí este cuento me produce una sensación especial, sobre todo la historia de Iván, condenado por su excepcional talento. Recoge la sensación del artista de esa tragedia de poder hacer grandes cosas y, sin embargo, no poder acometerlas por el propio destino. La corrupción del propio arte es sin duda la más terrible de las maldiciones. Y, sin embargo, gracias a esa maldición ambos personajes alcanzan una meta elevada: uno logra liberar una alma torturada por la pérdida; el otro, al liberarse, redime al maldito.

      Además, el cuento está escrito de las dos formas, con tinta y digitalmente, ya que creé a Iván en un pequeño cuaderno sentada en el vagón del metro y el resto lo escribí un fin de semana en mi pequeño «Blankito», el mismo que me ayudó a dar vida a White Creek Manor y sus habitantes y que mis padres me regalaron para que no tuviera una excusa para no escribir. Ya ves, cumplió su función hace dos años y sigue haciéndolo aún hoy 🙂

  4. Elena94:) dice:

    Hacia mucho que no leía esta historia y una vez más te digo que me encanta tu manera de escribir.
    Cada vez que leo algo tuyo, me doy cuenta de que hay poc@s escritor@s que me hacen evadirme durante un rato de lo que me rodea.
    Un beso

    1. Me alegro un montón, Elena, de poder conmoverte con mis cuentos. Los lectores como tú son los que honran a los escritores como yo 😉

      Besote

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